Pero el equipo, aunque marque goles, no juega; sigue pudiendole la presión y sigue teniendo un miedo reverencial al Barça. Todo ello es en gran medida culpa del susodicho. Añadamos su política de fichajes que ha sido miltimillonaria y casi desastrosa, sus simpatias personales a la hora de configurar sus alineaciones y forzar defenestraciones; su estilo egocéntrico y chulapón; su poco respeto a la prensa, aficionados, y al propio Madrid. Hagamos un poco de cocina con todo ello, y resulta que dista de ser el mejor entrenador del mundo.
PD: Unos días después de escribir este blog, el Madrid vence al Barça en el Camp Nou, y además convenciendo. Algo del mérito le corresponde a Mourinho.
