martes, 21 de mayo de 2013

La reforma Wert

El borrador de la nueva Ley para la mejora de la educación - no me se el nombre exacto- a debatir proximamente en el Congreso, esta provocando todo tipo de salpullidos entre la totalidad de las fuerzas políticas que no se llaman PP; mientras tanto el ciudadano de infantería está a otra cosa mariposa que se llama llegar a fin de mes. Upeydianos, Socialistas y más allá se quejan -con promesas revanchistas- de que la religión contabilice en la nota media, y de que con ello volvemos al peor oscurantismo clerical-franquista de cuando Villar Palasí; los nacionalistas mentan la bicha de la enseñanza en castellano mientras se conjuran con el no pasarán pero en catalán. Al primer bloque lo rebate el ministro Wert diciéndoles que la elección de la asignatura de religión es voluntaria, mientras que a los segundos les dice otro tanto sobre la enseñanza en castellano...pero la mascletá ya está montada. La realidad de la buena del tema, es que... la enseñanza en España es un auténtico desastre. Nuestro sistema educativo es más caro que el de la mayoría de los países desarrollados, y a pesar de ello, tenemos un nivel de fracaso y abandono escolar que dobla al de los paises de nuestro entorno; un nivel de paro juvenil que supera el 55%;  y un grado de conocimientos en materias básicas que según el informe Pisa es de los más bajos entre los paises de la OCDE. De tanto repetirlo, se ha convertido en axioma que nuestros jovenes son los mejor preparados de la historia; pero la realidad, es que...aparte de las nuevas tecnologías -que paradojicamente aprenden en su ámbito privado- y de una cierta mejora -totalmente insuficiente- en el nivel de inglés, su formación es más pobre de lo que nunca ha sido, y su nivel de incultura mayor del jamás conocido. Esa es la cruda realidad, unicamente matizada por el hecho de que más jovenes estudian hoy de lo que lo hacían hace unas decadas ¡ qué menos !. Veremos si la implantación de las reválidas y demás catálogo de propuestas del ministro del ramo sirven para algo; pero lo que es cierto es que no podemos quedarnos quietos parados a verlas venir.