miércoles, 26 de septiembre de 2012

No es plata todo lo que reluce

Ya nos imaginabamos y descontabamos que esto pasaba en deportes como la gimnasia rítmica o deportiva; con esas mujeres en cuerpo de niña, turbohormonadas por preparadores sin escrúpulos, y obligadas a trabajos forzados con nombre de deporte por entrenadores tan ambiciosos como inhumanos. Pero, la verdad es, que se nos ha cortado un poco la digestión y agriado el buen sabor de boca dejado por nuestras sirenas olímpicas en Londres. Y ello nos ocurre, al enterarnos, de que detrás de su rutilante sincronía de movimientos -objeto de unánime admiración en el duermevela de nuestras siestas estivales- se escondían -aquí al lado, bajo nuestras mismas narices- métodos de entrenamiento que nada tienen que envidiar en su brutalidad, a los que sospechabamos solo utilizados en grandes paises en desarrollo poco mirados con los derechos humanos. Pues bien, parece que aquí, en las piscinas de España, también era así; o por lo menos eso es lo que denuncian muchas de las díscípulas de la defenestrada preparadora del equipo español de natación sincronizada, Ana Tarrés. Los testimonios resultan bastante contundentes; aunque no sabemos si frases e incidentes suenan especialmente duros al arrancarlos de su tonalidad contextual; tampoco conocemos la otra versión de los hechos, la de la propia Tarrés; ni la de todas aquellas nadadoras -incluidas todas las del actual equipo- que no se han apuntado al carro de la denuncia, sino más bien todo lo contrario.  Puede que en realidad no se trate sino de un sucio ajuste de cuentas, con tirones de pelo y navajazos, dentro de la misma Federación Española de Natación; pero la duda ya está sembrada. Y la duda nos obliga -al menos momentaneamente- a dejar de hacer el lorenzo mirando al tendido, y preguntarnos, una vez más, donde está el límite en la búsqueda de la excelencia deportiva. Lo que si es cierto, es que estas situaciones hacen que el deporte en general y, en este caso, la natación sincronizada y sus medallas plateadas en particular, pierdan un poco de belleza, rutilancia y alegría. Menos mal que, para todo ello, aún nos quedan las animadoras..aunque sean de voley playa...